Hans
hacía más de un año que no veía a Eidel, pues su hermana vivía en Hamburgo
donde ejercía de psicóloga. Se tuvieron que reencontrar en la ciudad del norte
para solventar un tema de papeleo en el ayuntamiento. Mientras esperaban en la
sala para ser atendidos, repasaron los últimos acontecimientos familiares y
recordaron incluso anécdotas de su infancia. Siempre habían estado muy unidos a
pesar de que ella era cuatro años mayor. Después de pasarse más de una hora en
aquel recinto institucional, salieron a la calle y como era ya la hora de
comer, Eidel le guiñó un ojo a su hermano pequeño y le dijo que lo invitaba a
comer. Iban charlando los dos hacia el centro de la ciudad, cuando de pronto
Hans se paró en seco y se le dibujó una sonrisa en la cara. Eidel no lo había
visto nunca, pero estaba segura que era alguien muy importante para Hans. Vio
como se abrazaban y se palmeaban las espaldas y después Hans se lo presentó a
Eidel.
-Eidel,
es Felix Kraemer. Un viejo amigo de hace muchos años. Ella es mi hermana…
La
joven psicóloga le estrechó una mano y enseguida sacó conclusiones. No le
pasaron desapercibidas las pupilas dilatadas, los ojos brillantes, la dirección
de sus pies y cómo gesticulaban y le proporcionaban mucha información corporal
que pasaba desapercibida para la mayoría de los humanos pero no para ella, pues
además de ser una excelente psicóloga, tenía fama de ser médium como su abuela
materna Greta. Escuchó que Felix había también acudido a Hamburgo para visitar
a un amigo y la providencia, el destino le había cruzado de nuevo con el amor
de su vida, para su dicha y su desesperación. Felix la miraba con suspicacia
pues aquellos ojos redondeados y marrones lo observaban con mucha atención.
Miró su reloj y se excusó y abrazó de nuevo a Hans con mucha efusividad. Cuando
se separaron, la sonrisa de Hans se borró de su cara y sus ojos se volvieron
lánguidos y tristes. Eidel no le dijo nada hasta que llegaron al restaurante.
Su hermano parecía abatido y no podía disimular su melancolía.
-No
puedes ocultarme que es el amor de tu vida Hans…Os estabais comiendo con la
mirada.
-Solo
tú sabes cosas de él y eso que no lo conocías-dijo jugando con una servilleta
roja.
-Fue
quien te salvó después de la Kristallnacht ¿verdad?
-No
solamente fue esa vez. Me salvó dos veces más y se despidió de mí en Basilea.
Durante muchos años le perdí el rastro, yo estuve con varias mujeres, me casé y
formé una familia, pero jamás he podido olvidarlo.
-Se
nota que teneis una gran química en todos los sentidos…
El
camarero los interrumpió y tomó nota de los platos que deseaban comer. Después
retomaron la conversación.
-Tú
me dijiste que somos Estrellas cruzadas, una especie de amor imposible. ¿Es por
eso que tú no te has casado Eidel?
-Nuestra
abuela Greta que los dos adorábamos, especialmente a ti, nos contó lo que
sucedió con sus padres Ludwig y Rebeka. Tú eres igual que nuestro bisabuelo
según nos contó la abuela, el único que ha heredado el pelo rubio y los rasgos
arios, pero de carácter te pareces a la bisabuela materna. Luchaste por un amor
escrito en el cielo pero el destino te ha llevado por otros derroteros. Yo me
enamoré de Leonard Ritter al que mataron en la guerra y desde entonces ningún
hombre me ha llenado. Soy feliz así, ayudando a la gente con sus problemas psicológicos. Por lo que
parece, Felix tampoco ha querido abandonar la soltería.
-Una
vez nos separamos en Suiza, no pensamos que nos volveríamos a reencontrar.
Pero él sabe que yo tengo una familia y me debo a ella. De vez en cuando nos
hemos reencontrado y nos desahogamos juntos pero cada vez es más dolorosa la
separación. Lo que siento con él en todos los ámbitos, amoroso, sexual,
comunicación, complicidad, no lo he encontrado en nadie más. Podía estar con
una mujer sensual y una tigresa en la cama pero me faltaba algo. No sé si es su
olor, su cuerpo, su voz…No sé lo que es pero solo soy feliz con él. Y sé que
quizás si viviéramos juntos nos pelearíamos cada día, nos pegaríamos incluso
pero solo sé que estamos hechos el uno para el otro. A veces pienso que me ha
hechizado de una forma que asusta.
Eidel
le cogió las manos y se las acarició. En ese instante Hans tenía la frente
fruncida y su cara mostraba sufrimiento, dolor, nostalgia. El camarero les
trajo dos platos de sopa con verduras y empezaron a comer.
-Eres
una persona con mucha luz y eres fácil de dominar mediante brujería. Ya te lo
hicieron una vez con un conjuro muy potente utilizando tu esperma, sangre y
pelos. No eras tú después que Susanna Schmitz te embrujara, pero me di cuenta
que el amor es la fuerza más poderosa del universo. Y lo que tienes con Felix
es amor con todas las letras, un amor de otras vidas que nunca se terminará.
-¿Cómo sabes tú lo del hechizo con mis fluidos? Felix me contó una vez que conoció a una gitana en Dachau y le dijo que una mujer me estaba dominando con magia utilizando fluidos míos.
Hans
hizo una mueca como si fuera a llorar y su hermana le cogió las manos que
estaban calientes y suaves. Por unos instantes se acordó de cómo Eidel lo
protegía simplemente abrazándolo durante los momentos oscuros de la primera
guerra mundial.
-Eidel,
a veces he pensado que hubiera sido mejor haber muerto tanto él como yo durante
la guerra. Te parecerá absurdo pero duele estar vivo en muchas ocasiones-dijo
con voz titubeante.
-Hans,
nunca te rindas. Mientras hay vida hay esperanza. No sabes nunca lo que puede
pasar.
-¿Qué
opinas de Sara?- preguntó de repente haciendo un gesto facial de suspicacia.
-Tu
mujer forma parte de un contrato kármico que se debe cumplir. Pactasteis estar
juntos y formar una familia. Solamente los reinos de los cielos pueden
intervenir.
-¿Y
cómo puedo saber si me han hechizado sin ser yo consciente?
-Hay
muchos síntomas*. Puedes tener nauseas estomacales, ganas de vomitar, sufrir
pesadillas mientras duermes, tener de repente un drástico bajón de energía y el
más claro y contundente, sentir un profundo rechazo, indiferencia e incluso
odio por la persona que más amas en este mundo, en este caso Felix.
Hans
se quedó pensativo y apretó la mandíbula con rabia. Eidel también se fijó que
apretaba los puños como si estrujara algo con toda su fuerza.
-Todo
eso lo he sufrido varias veces. ¿Crees que Sara…?
Eidel
no contestó pero su mirada era esclarecedora. Los dos hermanos eran muy
cómplices y se leían los pensamientos pero después que el camarero les trajera
un trozo de pastel de cerezas como postre, ella le dijo:
-Recuerda
siempre esto hermanito. El amor es la fuerza más poderosa del universo.
*Hoy estoy sintiendo todos estos síntomas de forma intensamente dolorosa.
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