domingo, 24 de diciembre de 2023

Schönen Heiligabend

 

¡Hola mi dulce amor! Hoy no tengo mucho que explicarte pero escribirte es una buena excusa para desearte unas felices fiestas.

Ayer te puse el relato en el blog y a las 17:15 salí para comprar comida para la noche de hoy y cuando eran las 17:45 sentí durante breves instantes, love sparks en el plexo. De regreso a casa no dejaba de ver matrículas con las iniciales de tu nombre y apellido e incluso vi una con el número 278. Eran las 19:15 cuando me sucedió algo que por suerte no ocurre muy a menudo, el triple dolor en mi cuerpo, dolor de cabeza, de barriga y de corazón. Además vino acompañado con una súbita tristeza. Pero de pronto se desconectó nuestro contacto, sentía que no podías expresar tus emociones, incluso cuando miré tu social media a las 21h.

Como si fuera una sincronicidad brutal, vi un channelling que decía: I´m sorry I can´t be with you today. Eran las 21:21 y también noté en ese momento que estabas enfadado y molesto por alguna cosa. Me fui a dormir a las 23h pero como me costaba coger el sueño, empecé a imaginar qué ocurriría si continuara escribiendo el relato cuando Hans y Felix estaban en casa de los suegros de Hans celebrando la Hanukkah. Mi imaginación se desbordó y pude incluso visualizar los momentos y estuve a punto de levantarme para escribirlo, pero pensé que a la mañana siguiente no se habría borrado todo lo que mentalmente había ya escrito.

Hoy me he despertado a las 7:17, un número mágico para las twin flames y solo pensaba en ponerme a escribir el relato de Hans y Felix. Mientras iba por la calle a las 8:21 para ir a comprar el pan, me ha comenzado a doler el corazón. Hacía frío, 6º pero yo apenas pensaba en ti, no dejaba de imaginar situaciones que vivían Hans y Felix, algunas tristes pero otras alegres. Quizás era una defensa mental para protegerme de las emociones. He desayunado y te he puesto más imágenes pero te notaba lejos. Después de ir a la terraza con los gatos, enseguida he conectado el ordenador y me he puesto a escribir y ha sido fácil trasladarme a Munich en la navidad de 1954. A  las 10:30 he tenido que ir a comprar con mi madre pero antes he mirado tu social media y lo has notado, pues mi corazón ha empezado a dolerme de nuevo.

A las 11h ya estaba en casa y al conectarme al ordenador para escribir este relato, de pronto he empezado a sentir una profunda tristeza, ganas de llorar, te echaba muchísimo de menos y notaba como si quisieras abrazarme astralmente. Era una sensación de desesperación y tremendo dolor en el alma. Te he puesto un collage para que supieras lo que estaba sintiendo. Entonces a las 11:30 me ha comenzado a doler muchísimo la cabeza y me he percatado que la luna ya estaba en géminis a 1º y ya formaba una cuadratura con Saturno en piscis. A las 13:20 todavía me dolía mucho la cabeza y un poco el corazón. Tan solo a las 14:55 he notado débiles love sparks  pero posteriormente ha retornado el dolor en el pecho y la sutil tristeza.

Cuando termine de escribir aquí, me iré a caminar 6 km para ver a los hermanos de Hans y otros gatos callejeros, para que ellos también puedan comer comida sabrosa en estas fiestas. La verdad es que no quiero pensar mucho en ti porque me duele el alma y tengo muchas ganas de llorar. Creo que tú te sientes igual que yo, por lo que el dolor es doble, un mirroring effect. Te adjunto el relato de Hans y Felix que he escrito esta mañana. Pass auf dich auf mein Liebling. Te quiero mi precioso alemán.

Eternamente tuya,

Felix Kraemer apenas aguantó 30 minutos en la cena de Hannukah con los familiares de Hans. Durante ese breve espacio de tiempo, tuvo que morderse la lengua, apretó los puños y reprimió hasta la extenuación mental, un instinto asesino que hacía años que no se despertaba. Nunca había soportado que hicieran daño a Hans, ya fuera físicamente o psicológicamente, y le resultó insoportable tener que ver con sus propios ojos como se burlaban, lo humillaban o simplemente lo trataban con mal genio, especialmente su esposa que tenía un carácter muy fuerte, controlador y autoritario. Tan solo la niña Marien le hizo sonreír levemente cuando lo miraba de forma dulce y angelical. Hans se dio cuenta del rictus de Felix, él mejor que nadie entendía lo que rumiaba su mente. 

Su conexión era telepática y en el ambiente flotaba un aire tenso, crispado, Felix se sentía rechazado con la mirada o con palabras afiladas. Casi sin despedirse se levantó de la mesa y se dirigió a la puerta. Hans lo acompañó y Felix se giró un momento cuando Marien se despidió de él con una voz cantarina y unos ojos chispeantes. Hace años huía de los niños y los animales, pero Hans le había enseñado que son los únicos seres con luz que te dan amor a cambio de nada. En la calle había dejado de nevar pero hacía mucho frío y para Felix fue un alivio, calmó todo el fuego interior que ardía en sus entrañas. Escondidos en una esquina Felix lo besó con pasión y sintió una burbuja de amor que subía desde el plexo hasta el estómago. Hans suspiró y lo miró con embeleso, casi con lágrimas en los ojos. 

-Te mereces una cena tranquila y llena de cariño, Hans. Quiero que vengas la noche del 24 a mi casa para celebrar la Heiligabend.

-¿Es una orden?- bromeó Hans sonriendo aunque en sus ojos se vislumbraba mucha pena.

-Te esperaré en la Hauptbahnhof a las 18h…-dijo Felix con voz firme y semblante serio.

-No sé si podré venir…-se excusó agachando la cabeza y luego mirando hacia la casa donde de lejos se veía la figura de Sara.

-¿La amas?-espetó de pronto Felix provocando que Hans se girara y lo mirara a los ojos.

-Es una pregunta de la cual ya sabes la respuesta-contestó Hans suspirando profundamente.

Felix afirmó con la cabeza y se marchó camino de la estación, con los hombros caídos. Hans no pudo ver como hacía muecas de tristeza y se mordía los labios para no romper a llorar.

La tarde del 24 de diciembre de 1954 era fría pero hacía ya días que no nevaba. Felix Kraemer haciendo gala de su puntualidad germánica, hacía ya rato que esperaba impaciente en la estación central de Munich. Estaba llena de gente que llegaba para reunirse con los familiares y otros marchaban para irse a otro destino. Le dolía el estómago a causa de los nervios porque no estaba seguro de sí vendría Hans. Miró el reloj una docena de veces en menos de media hora, y cuando ya había perdido la esperanza, apareció Hans con su abrigo azul marino y su bufanda de color rojo. Felix corrió hacia él y lo abrazó con todas sus fuerzas, acariciándole los cabellos dorados y sus mejillas sonrosadas. Hans sonrió y sus ojos parecían estrellas brillantes. Decidieron dar un paseo antes de ir a casa del capitán y Hans se dio cuenta que era la primera vez que caminaban juntos por lugares emblemáticos como el Viktualienmarkt o la Marienplatz sin miedo a las bombas o a ser arrestado. 

Pasaron por la calle Rosental y donde existió antes la sastrería de Samuel Rosenheim, ahora era una tienda de ropa. Se compraron unos bretzels y glühwein para soportar el frío y después de un buen rato disfrutando de la decoración navideña de la ciudad bávara, llegaron a casa de Felix Kraemer, situada en Thomas Wimmer Ring Strasse. Hans sonrió al ver que estaba la mesa preparada con los cubiertos, el mantel y unos regalos debajo de un abeto decorado. Había vuelto a una casa que parecía que no había transcurrido el tiempo, estaba prácticamente igual a la última vez que estuvo allí, el 28 de abril de 1943. Hans se quitó el abrigo y después ayudó a Felix a preparar la cena y poner los alimentos y bebidas en la mesa. Felix no dejaba de darle besos en el cuello de forma cariñosa y Hans lo acariciaba tiernamente. Se notaba que ambos deseaban amarse pero primero cenaron un pollo asado con finas hierbas y especias, patatas al horno con verduras y todo regado con vino y cerveza. Terminaron con un dulce Stollen que los sació por completo. 

Luego se sentaron en el sofá abrazados, mirándose con embeleso y embriagados de felicidad absoluta. Quizás fue el alcohol pero ya estaban calientes desde hacía rato y la excitación entre sus piernas era más que evidente. Fueron a la habitación donde habían hecho el amor por última vez casi 12 años atrás y se desnudaron mientras se acariciaban y besaban. El placer los inundó de la cabeza a los pies y sus cuerpos se estremecieron mientras Hans penetraba a Felix y ambos compartían un éxtasis sideral y maravilloso. Fueron 11 minutos donde la pasión se desbordó, se amaron con una intensidad sobrenatural. Sudorosos, con respiración sonora y profunda, permanecieron estrechamente abrazados, mirándose a los ojos en silencio, soltando unas lágrimas que no habían podido resistir la emoción de una felicidad tan absoluta.

-La última vez que celebramos la navidad en 1942 estábamos en guerra, teníamos miedo a ser descubiertos y todo era muy triste- recordó Hans suspirando con una ligera sonrisa.

-Es verdad, pero para mí todo continua siendo un poco agridulce, porque no te puedo tener.

Ambos se abrazaron y de pronto sus párpados se volvieron pesados y quedaron dormidos casi sin darse cuenta.

 

 


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