lunes, 9 de noviembre de 2020

Te salvé y lo haría mil veces más (09/11/1938)

 

Hoy 9 de noviembre ha fallecido Von Rath y el caos se ha apoderado del país. Ya la han llamado Kristallnacht porque han roto todos los escaparates de los negocios judíos. También se han quemado multitud de sinagogas y han detenido a muchos indeseables. Incluso ha habido muertos. La zona cerca de la Marienplatz es donde más jaleo hay porque se concentran muchas tiendas regentadas por judíos. En las calles Rosental, Pettenbeckstrasse, St. Jakob Platz, Sendlinger, es donde las joyerías, sastrerías y ultramarinos son el blanco de los nazis que no dejan ni un escaparate intacto. Algunos integrantes de las SA llevan una lista para saber donde están todos los negocios judíos y no dejar ni uno íntegro. Han dado orden de que la policía no participara en los tumultos y en cambio todos nosotros teníamos vía libre para hacer lo que nos apeteciera. Estoy preocupado por Hans y su integridad. Estamos en la calle y la violencia es extrema. Entre las nubes se vislumbra la luna llena. Todos estamos muy alterados y recordaremos esta noche.

De pronto vemos en una calle a un grupúsculo de jóvenes que están siendo apaleados por miembros de las SS y las SA y enseguida sé que se trata de judíos que defienden sus tiendas. Entre ellos veo a Rosenheim y Hans y me corazón se acelera. Samuel Rosenheim se rebela, se enfrenta a los uniformados y les planta cara. Está loco porque de pronto una cohorte de nazis lo rodea y empiezan a aporrearlo y darle patadas. Con la nariz ensangrentada les escupe y sus ojos verdes destilan odio, rabia y masoquismo por su parte. Hans está apartado, él es prudente pero pronto veo que van también a por él y quieren ensañarse como están haciendo con su amo. Corro hacia el grupo violento y aunque me miran de reojo no me reconocen porque voy de civil y encima llevo un sombrero. Bendito sea el momento en que me he puesto ese sombrero. Yo sí reconozco a varios compañeros que con sus porras golpean violentamente a todos los judíos que quieren escapar, los que se esconden en las tiendas o los que plantan cara como el insensato de Rosenheim.

De repente veo a Hans que está aterrado viendo como apalean a su jefe y sin dudarlo corro hacia él y lo cojo por el abrigo que se revuelve como un gato panza arriba. Le digo que obedezca o lo mato. Lo llevo a una calle oscura donde solamente una tenue luz naranja nos ilumina.  Aprieto los dientes y lo estampo contra la pared mientras le pongo las manos en su jersey blanco con cuello de cisne. Le mascullo que lo estoy salvando de una deportación o de una muerte segura. Parece reconocerme y sus brazos tensos se relajan. El jaleo está todavía muy cerca e intuyo que los SS y SA nos pueden pillar. Lo vuelvo a empujar hasta otra calle donde hay un débil farol con una luz amarilla. Noto que estamos más seguros pero yo no estoy nada tranquilo, mirarlo a la cara me licua de deseo. Saco fuerzas y con voz grave y severa le aconsejo que salga corriendo y se esconda y no salga en varios días. Veo que su pecho se hincha porque le falta aire y de repente suelta un soplo y huelo su aliento tibio. Me fijo en sus labios rojos que de pronto se relajan y se cierran suavemente. Entonces me doy cuenta de que nuestros cuerpos están estrechados, nuestras piernas se aprietan, los pechos se rozan, y nuestros genitales se tocan hasta el punto de sentir un pellizco débil pero agradable.

Oigo unos gritos y el rumor se está acercando. Le digo a Hans que se esconda aunque sea en el bosque pero que no vaya ni a la sastrería ni a su casa, porque si lo arresta la GESTAPO es posible que no lo cuente. El me mira con un rostro que no sé interpretar. Su boca está apretada por la tensión pero sus ojos azules me miran fijamente y parece darme las gracias por salvarlo. Enarco las cejas y frunzo la frente y él parece entenderme a la primera. Sale corriendo y cuando su silueta queda disimulada por la penumbra, llega un grupo de SS que me reconocen. Me hago el sorprendido y me explican todo lo que están haciendo. Le palmeo la espalda a Pentsch y los felicito por la labor y todavía hago broma que si lo llego a saber participo en la pelea ahora que no llevo el uniforme. Cuando voy al centro del conflicto me doy cuenta de que hay judíos inconscientes en el suelo, griterío, cristales rotos en añicos, fuego a lo lejos de la calle…Me siento extraño, acabo de ayudar a escapar a un judío y he actuado en contra de las normas. ¿Por qué he hecho eso? No lo sé… Sólo sé que he salvado a Hans y lo volvería a hacer 1000 veces.


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