¡Hola mi dulce amor! Desde esta martes no dejo
de pensar en Hans y Felix, incluso a veces me llegan imágenes. El martes le
pregunté a mi profesora de aromaterapia, si era posible que la fragancia de
algún aceite esencial, me llevara a otras vidas, y me dijo SI con rotundidad,
que alguno había despertado la memoria de un recuerdo que me marcó. Se me
ocurrió coger el libro de Estrellas Cruzadas, y en la página 44 me di cuenta lo
que les pasó a Hans y Felix aquel diciembre de 1939. A medida que iba leyendo
lo que escribí hace 6 años, no podía creérmelo. Ahora entiendo muchas cosas.
Hace mucho frío, está nevando y tengo un día
libre en el cuartel que aprovecho para quedarme en casa y leer un poco. Parece
que las fiestas navideñas están dando una tregua a los bombardeos y
detenciones. Es una Navidad muy extraña. De repente llaman a la puerta y yo
toco el revólver que llevo siempre en el bolsillo. Tengo muchos enemigos y
cualquiera me puede traicionar. Cuando abro la puerta mi corazón salta de
emoción, no me lo puedo creer. Es Hans, lleva un sombrero cubierto de nieve y está
temblando de frío. Hace meses que no lo veía y mi cuerpo se revoluciona de los
pies a la coronilla. Sonrío y lo hago pasar. Tengo el fuego encendido pero pongo
un par de troncos más aunque yo soy una antorcha encendida a causa del deseo
interior que siento. El dice que está temblando y no solamente de frío. Le
pregunto si también es por el miedo y él dice que eso tiene dos lecturas, miedo
por si alguien lo detenía y miedo por lo que está empezando a sentir en su
corazón, un sentimiento que no salió a la luz la primera vez que me vio porque
se negaba a reconocerlo. Entra en mi casa y de la manera que sus ojos me
observan me agita el corazón, me endurece la entrepierna y siento miedo…puro y
duro.
Nos
miramos frente a frente y de repente él se abalanza sobre mí y me besa. No
tengo tiempo de reaccionar pero es que tampoco quiero. Me esperaba un beso
tímido y seco, pero su pasión es efervescente y me besa con ímpetu, buscando
con avidez mi lengua y jugando con la suya. Su aliento sabe a café y es
delicioso. Lo miro perplejo, no puedo creerme que me mire con deseo. Nos
tumbamos sobre el sofá que está cerca del fuego y yo le quito el jersey de lana
con cuello de cisne y luego la camiseta deshilachada y llena de agujeros y beso
su pecho lampiño, de pezones rojos, con una piel más blanca que la mía. El hace
lo propio conmigo. Le acaricio el pelo por encima de las orejas y veo como se
derrite de deseo, entrecierra los ojos y abre la boca como si se estuviera
desmayando. Me doy cuenta que es una zona erógena, un punto sensible que lo
desarma. Con una mirada de goce me acaricia mi rostro más curtido y endurecido.
Le beso los dedos y las manos de pianista y de nuevo percibo como gime
ligeramente. Todavía no le he tocado los genitales pero veo el bulto que
aprieta sus pantalones y estoy deseando liberarlo de la opresión. Nos besamos
lentamente, dejando que nuestras lenguas bailen juntas. Hans parece que vaya a
desfallecer de placer por la expresión de su rostro de regocijo.
No me puedo creer que lo tenga entre mis brazos
pero la locura se desata cuando vamos a la cama…Nos acabamos de desnudar, nos
acariciamos y nos besamos con sonoros besos. Me hace tender en la fría cama y
entonces él me humedece de cintura para abajo, retorciéndome de goce con cada
caricia y beso tierno. No hay brazaletes ni símbolos que detengan nuestro amor,
ni el mío con la esvástica ni el suyo con la estrella amarilla. Ni siquiera me
doy cuenta que está circuncidado cuando engullo aquella verga maravillosa,
rodeada de vello color oro. A pesar de ser yo el alemán nazi, de tener más
edad, de tener un carácter fuerte y dominante, es él quien me penetra, me
subyuga, me maneja a su antojo…Me hace tumbar boca abajo, con los codos sobre
la almohada y a cuatro patas. El me penetra mientras una mano se posa sobre mi
cadera para darse impulso y con la otra me acaricia el pelo mientras me muerde
la nuca como un felino en celo. Estoy loco de deseo. Vamos a por todas. Nuestros
cuerpos no se conformaban con caricias superficiales, deseaban unirse carne con
carne, fusionarnos, fundirnos…
Cariño mío,
estos días te noto triste, ayer lloré en silencio de repente y quiero enviarte
mi luz, mi fuerza, mi amor para que te sientas reconfortado. Leí un channelling
que decía: Envíale amor. Lo necesita. Espero que sientas
mis besos, mis caricias, mis palabras y puedas sentirte un poco mejor. A veces
siento un fuerte deseo por abrazarte, por oler la fragancia de tu piel. Te echo
de menos también mein Sonnenschein. Te quiero amor mío.
Eternamente
tuya,
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