¡Hola
mi dulce amor! Liebe meines Lebens! En dos días me han ocurrido tres
cosas positivas que quiero compartir contigo. Tenemos derecho a ser
felices amor mío y estoy segura que todo lo que siento yo, también
lo notas tú.
El
lunes no podía dejar de pensar en ti y me sentía tremendamente
cariñosa. No dejaba de besar tu foto, decirte cosas bonitas pero
sobretodo necesitaba un abrazo, tu abrazo. A veces cogía a Hans y lo
achuchaba, o apretaba con fuerza la almohada, o incluso me abrazaba a
mi misma imaginando que eras tú, y notaba en los brazos una
felicidad, una energía que era como si fuera tu cuerpo el que me
abrazara. Era una sensación maravillosa, tan real que me hizo llorar
de alegría.
Ayer
martes soñé contigo. Hacía mucho que no soñaba contigo, desde
principios de enero pero dicen que con la luna llena se sueña más y
así ha sido. Primero veía un letrero con el nombre de la ciudad
donde estás ahora y había un río pero con poca agua, como si se
estuviera secando. La imagen parecía antigua, como una fotografía
de los años 50. Después te veía a ti. Eras un profesor y me
corregías unos exámenes. Estabas muy amable, dulce, tranquilo y
nuestras manos se tocaban con la excusa de los exámenes. Te prometo
que sentí la calidez de tus dedos, tus manos suaves, y me percaté
que te gusta que te las toquen, que te las acaricien. No es el primer
sueño donde nos tocamos las manos y es algo maravilloso. Me gustó
mucho verte en el sueño porque estabas muy guapo, desprendías
armonía y complicidad.
Y
por último, algo alucinante. En la clase de cromoterapia me tuve que
poner con Anna la chica polaca, para hacer una técnica del pulso y
me di cuenta que era como si tuviéramos telepatía, tenemos gustos
muy similares. De pronto la profesora que nos estaba observando nos
dijo: Las
dos sois médiums y habéis estado juntas en otras vidas. Entonces
le pregunté a Anna si sabía qué significaba la cinta roja que
llevo en la muñeca, si sabía que son las Twin Flames y que
significa la palabra “Toevà” que tanto le gritaban los rabinos a
Hans Blumenthal. Me di cuenta que sabía las tres respuestas y que
hablamos el mismo lenguaje “esotérico”. Pero quedaba lo más
fuerte. A la hora del descanso, mientras tomábamos un café le dije
que todavía estaba sorprendida por lo que nos había dicho la
profesora y aproveché para comentarle que en mi última vida conocí
a un judío del que me enamoré perdidamente. Le dije que se llamaba
Hans Blumenthal y era de Frankfurt. De pronto Anna me dijo: El
apellido de mi madre es Blumenthal.
Me la quedé mirando y por un momento pensé si podría ser la
reencarnación de Eidel, la hermana mayor de Hans y que también
dominaba la cábala y el mundo esotérico y que fue quien le explicó
a su hermano que significa Estrellas Cruzadas.
Esta
mañana me he levantado pensando en ti, de nuevo tengo muchas ganas
de darte besos, de enviarte amor, de que sientas en tu cuerpo esa
felicidad inmensa que te hace flotar y suspirar como me haces sentir
tú a mí. ¿Te das cuenta que a pesar de los problemas de alrededor,
no dejamos de pensar el uno en el otro? Tú me haces feliz y creo que
yo también te hago feliz y eso es lo más importante.
Te amo con toda mi alma mi dulce amor.
Eternamente tuya,
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