lunes, 29 de octubre de 2018

Nuestras últimas vidas pasadas





Hola mi dulce amor. Siento que estás pasando por momentos difíciles pero quiero que sepas que te envío todo mi amor, mi fuerza, mi luz y que te quiero más que a mi vida. No tengo muchas ganas de escribir pero el jueves 25 me ocurrió algo que quiero que sepas y a la vez entiendas porque como dice la canción, I can´t live with or without you.

El jueves por la tarde estaba tomando un café y leí que muchas personas se casaban sin estar enamoradas y poco después mientras iba caminando pensé mentalmente: “Yo no me casaría ni aunque me lo pidiera el amor de mi vida, de rodillas y con un anillo de diamantes”. Tengo la sensación que estás “awake”, que captas mis pensamientos y mis sensaciones igual que yo hago contigo, porque no pasó ni un minuto de este pensamiento, que de pronto sentí un fuerte dolor en el corazón y en el pecho que no sentía desde hace muchas semanas. Tuve la sensación que el mensaje te había llegado distorsionado, que habías entendido que te rechazaba...!Y era todo lo contrario! Te dije telepáticamente que yo te quería con toda mi alma pero que jamás me casaría, ni contigo ni con nadie. Quiero explicarte algo que nadie sabe pero así entenderás porque nuestro amor no se ha borrado a lo largo de los siglos pero a la vez hemos arrastrado miedo al abandono, miedo a que nos separen las guerras, las enfermedades, la gente, el destino...

Esto que te contaré quizás te ayude a entender nuestra unión, nuestro amor. Fueron regresiones al pasado y de pronto entendí muchos traumas y miedos.

SIGLO XVIII: Eramos felices en la Viena de Mozart. No nos faltaba de nada. Mientras en Francia estaban cortando las cabezas y la revolución lo hacía todo caótico, en la bucólica Austria vivíamos en una urna de cristal rosa. Nos amamos y no tuvimos dificultades para vivir con lujos, lo teníamos todo pero fuimos soberbios y nos cegó la vanidad. No supimos valorar todo lo que el destino nos había regalado. Te llamabas Philipp Kaufmann y eras un húsar del ejército. Yo me llamaba Sara y era la heredera de una familia judía acomodada. Tú falleciste de una enfermedad justo cuando íbamos a casarnos. Teníamos planes de tener hijos muy pronto y aquel giro del destino me volvió loca. Nunca más volví a ser feliz, no quise casarme con nadie y fui una muerta en vida.

SIGLO XIX: Ambos elegimos una vida dura para borrar nuestro karma anterior. No coincidimos, estábamos en países muy alejados. Yo nací en la India, en un pueblo muy pobre. Me casaron a los 13 años con alguien que me triplicaba la edad, las relaciones sexuales eran una tortura… A los 21 años ya tenía tres hijos y mi vida era triste, difícil, sumisa. Mi final fue injusto. Mi marido falleció y a mí me quemaron viva mediante el rito Satí. No era la primera mujer que acababa así, sobre aquella pira que flotaba en el Ganges. Tú elegiste Estados Unidos. Era un país caótico, con condiciones durísimas y enfrentamientos bélicos. Naciste pobre y desde pequeño tu familia te hizo trabajar en el campo, tu padre te humillaba constantemente. Te convertiste en un tiránico esclavista. Querías humillar a los que considerabas inferiores para acallar esa rabia interna. Amargado, sin piedad, tratabas a los esclavos peor que a los animales, eras una persona cruel que no sabía lo que era la compasión. Hasta el final de tus días viviste triste y amargado.

SIGLO XX: Nos volvimos a encontrar pero el destino o nuestras almas pactaron que teníamos que superar duros obstáculos para poder amarnos. Yo nací hombre, en Alemania y con un carácter autoritario. Ahora era yo el que dominaba y llevaba las riendas. Me hice militar para que nadie me dijera lo que tenía que hacer o decir, excepto mis superiores. Era una época difícil en Alemania. No creía en el amor, consideraba el enamoramiento como una locura temporal, solo quería ascender y llegar a lo más alto. El amor llegó de repente a mi vida como un vendaval y la hizo girar 360º. Y llegó en condiciones extremas, un amor que tenía que superar varias barreras, muros infranqueables pero que al final pudo con todo. A punto de estallar la guerra, mi corazón enloqueció con un joven que eras tú, mi amado Hans…Era un militar nazi que se enamoró de un hombre y encima judío. Te protegí, te salvé, te amé, hubiera dado mi vida por ti, y aunque fue un amor clandestino, prohibido, también sentí algo que jamás había sentido nunca.
Tu alma eligió un aprendizaje duro. Escogiste ser judío y supiste desde bien joven que era sentirse diferente, señalado, observado y perseguido. Creciste en una familia que la religión te prohibía muchas cosas, todo era pecado, el alcohol, el sexo que solo se aceptaba para procrear, querían casarte con la hija de unos amigos y era igual si no la amabas, y te volviste rebelde. Tenían pactada en tu comunidad, el compromiso con otra chica judía, era imposible que te casaras con una alemana. Pero tú sabías que eras diferente y que tu sexualidad escandalizaría a tus rabinos. Hasta que te cruzaste en mi camino y soltaste toda tu pasión. Un judío en brazos de un nazi mientras tu pueblo era atrapado, confinado y exterminado de manera cruel. Pero el amor no entendía de kipás ni cruces gamadas, dos cuerpos desnudos que solo querían besarse y abrazarse mientras en el exterior caían bombas.

Hace años no entendía porque mi aversión al matrimonio y después de estas regresiones lo supe. Es un trauma que no he podido curar y es que me aterra volver a perderte. La última vida todavía nos pesa y no hemos podido olvidar aquella despedida en 1943. Me pregunto si ya hemos pagado el karma por nuestra frivolidad del siglo XVIII y en la próxima vida podremos amarnos por fin sin problemas. Esta última semana he sentido muchas emociones, alegría intensa, tristeza profunda, dolor en el pecho, excitación, visiones donde me di cuenta que necesitas muchísimo amor. Solo sé que cuando visualizo que te acaricio el pecho, los cabellos, te digo palabras bonitas, tus ojos tristes vuelven a brillar con luz.

Quiero que sepas que te envío amor telepáticamente, besando tu foto, abrazando la almohada, escribiéndote…Aunque quizás no lo notes, sufro muchísimo por ti cuando lo pasas mal. No hace falta verte para saber cómo te sientes. Es lo bueno y lo malo de nuestra conexión, cariño mío.

Eternamente tuya,

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