Hola amor mío. Ayer me ocurrió algo que me hizo recordar un
momento que compartimos en aquel agosto agridulce de hace casi tres años.
Iba por la calle y me encontré una amiga con la que conecto
mucho porque se parece a mí. Nada más verme me dijo que me invitaba a un café
porque me veía triste y sentía que debía hablar y desahogarme.
-
¿Qué te pasa? – me preguntó
-
El trabajo…- dije con voz baja.
-
Hay algo más…o alguien más…
Sabía que no podía ocultarle la verdad. Hacía mucho que no
hablaba de ti con otra persona, eres mi secreto y me di cuenta anteriormente
que mucha gente no me entendía. Pero esta amiga sí. Le conté como te echaba de
menos, que no podía olvidarte, cómo habías transformado mi vida desde que te
encontré, y como a pesar de tanto tiempo sin verte, seguía cuidándome,
continuaba sintiendo un amor increíble como nunca antes había sentido, como la
ardiente llama del deseo quemaba en mi interior pero también que sabía que lo
nuestro era imposible.
-
¿Qué os impide tomar un café juntos?
-
Supongo que el miedo…Tanto suyo como mío. Aunque
no lo dudaría ni un instante y sería capaz de volar a cualquier ciudad del
mundo solo para verle una hora.
Entonces esta amiga sonrió y me dijo:
-
Hablar de él te ha cambiado la cara. Cuando te
he encontrado, estabas pálida, triste, con la cabeza agachada, no te parecías
nada a la chica que conocí hace meses. En cuanto has empezado a pensar en él, se te ha iluminado la cara, los
ojos, vuelves a sonreír…Mírate en el espejo cuando llegues a casa y lo
comprobarás.
Y cuando volvía a casa me acordé de aquel momento que te
decía. Era el 4 de agosto y aquella mañana había soñado contigo. Te veía con
una camisa blanca, en un avión, sentado en el asiento del copiloto y me decías
adiós. Quien me iba a decir que sería un sueño premonitorio y días más tarde te
marcharías. Aquel 4 de agosto estabas guapísimo, te habías cortado el pelo pero
a pesar de todo cuando te vi en el restaurante estabas triste, decaído,
pensativo. Fue cuando te levantaste que me miraste fijamente y yo gratamente
sorprendida te dije:
-
Hola…¿No haces vacaciones?
-
No…- me respondiste sonriente.
Y es que tu cara se transformó. Sonreías con los ojos, con
la boca, con el cuerpo entero. Incluso vi tu aura, un halo resplandeciente como
un ángel. Estabas espléndido, precioso, mágico, celestial. Pero no eras el
único. Te marchaste y fue cuando mi compañero de trabajo me dijo:
-
Te ha cambiado la cara cuando os habéis mirado.
Se te han puesto los ojos como “chiribitas”. Es muy guapo…Hace poco estabas
seria y pensativa y ha sido hablar con él y se te ha iluminado la cara.
Ya ves tesoro mío, nos damos fuerza mutuamente. He estado
pensando que me encantaría tomar un café contigo, cuando quieras, donde
quieras. Ya sabes, tenemos un café pendiente. ¡TE QUIERO!
No hay comentarios:
Publicar un comentario