martes, 10 de abril de 2018

Como brillaban nuestros ojos cuando nos miramos




Hola amor mío. Ayer me ocurrió algo que me hizo recordar un momento que compartimos en aquel agosto agridulce de hace casi tres años.
Iba por la calle y me encontré una amiga con la que conecto mucho porque se parece a mí. Nada más verme me dijo que me invitaba a un café porque me veía triste y sentía que debía hablar y desahogarme.
-          ¿Qué te pasa? – me preguntó
-          El trabajo…- dije con voz baja.
-          Hay algo más…o alguien más…
Sabía que no podía ocultarle la verdad. Hacía mucho que no hablaba de ti con otra persona, eres mi secreto y me di cuenta anteriormente que mucha gente no me entendía. Pero esta amiga sí. Le conté como te echaba de menos, que no podía olvidarte, cómo habías transformado mi vida desde que te encontré, y como a pesar de tanto tiempo sin verte, seguía cuidándome, continuaba sintiendo un amor increíble como nunca antes había sentido, como la ardiente llama del deseo quemaba en mi interior pero también que sabía que lo nuestro era imposible.
-          ¿Qué os impide tomar un café juntos?
-          Supongo que el miedo…Tanto suyo como mío. Aunque no lo dudaría ni un instante y sería capaz de volar a cualquier ciudad del mundo solo para verle una hora.
Entonces esta amiga sonrió y me dijo:
-          Hablar de él te ha cambiado la cara. Cuando te he encontrado, estabas pálida, triste, con la cabeza agachada, no te parecías nada a la chica que conocí hace meses. En cuanto has empezado a  pensar en él, se te ha iluminado la cara, los ojos, vuelves a sonreír…Mírate en el espejo cuando llegues a casa y lo comprobarás.
Y cuando volvía a casa me acordé de aquel momento que te decía. Era el 4 de agosto y aquella mañana había soñado contigo. Te veía con una camisa blanca, en un avión, sentado en el asiento del copiloto y me decías adiós. Quien me iba a decir que sería un sueño premonitorio y días más tarde te marcharías. Aquel 4 de agosto estabas guapísimo, te habías cortado el pelo pero a pesar de todo cuando te vi en el restaurante estabas triste, decaído, pensativo. Fue cuando te levantaste que me miraste fijamente y yo gratamente sorprendida te dije:
-          Hola…¿No haces vacaciones?
-          No…- me respondiste sonriente.
Y es que tu cara se transformó. Sonreías con los ojos, con la boca, con el cuerpo entero. Incluso vi tu aura, un halo resplandeciente como un ángel. Estabas espléndido, precioso, mágico, celestial. Pero no eras el único. Te marchaste y fue cuando mi compañero de trabajo me dijo:
-          Te ha cambiado la cara cuando os habéis mirado. Se te han puesto los ojos como “chiribitas”. Es muy guapo…Hace poco estabas seria y pensativa y ha sido hablar con él y se te ha iluminado la cara.
Ya ves tesoro mío, nos damos fuerza mutuamente. He estado pensando que me encantaría tomar un café contigo, cuando quieras, donde quieras. Ya sabes, tenemos un café pendiente. ¡TE QUIERO!

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